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El súper poder del aburrimiento

¿Por qué es vital para el desarrollo de tus hijas e hijos?

Seguro que muchas veces te has preguntado «¿qué hacer cuando mi hijo se aburre?»

¿Alguna vez has pensado qué implica el aburrimiento como emoción? Y, cuando lo sentimos, ¿por qué intentamos evitarlo?

Como adultos, tendemos a considerarlo como una emoción negativa, (antes de que lo preguntes: NO, no existen las emociones negativas) y es tan necesaria como aquellas que nos inducen a estados de bienestar como la alegría o la calma. Hemos establecido el aburrimiento como un enemigo, focalizando gran parte de nuestros recursos en combatirlo.

Como decía Marie Joséphine de Suin, “el aburrimiento es el miedo a uno mismo”.

Nos genera inquietud, incomodidad, sensaciones de “desaprovechar” el tiempo en una era en la que siempre necesitamos estar ocupadas (necesidades creadas, por cierto) …

Pero, ¿qué ocurre cuando nuestro hijo o hija está aburrida?

Frecuentemente nos preguntamos qué hacer cuando mi hijo se aburre, intentamos “salvarles”, desde el amor y el cuidado, de experimentar dichas sensaciones: llenamos el vacío mediante juguetes, dispositivos digitales, gran cantidad de actividades, propuestas… Pero para ellos/as, es necesario aburrirse. El aburrimiento es el pilar para crear un espacio de desarrollo tanto emocional como creativo. Es su oportunidad. Es un momento de conexión interior.

La creatividad no es algo que se enseña, sino que surge de la necesidad de encontrar una solución a la «falta de algo», solución que debe venir de dentro, no de fuera.

Cuando un/a hijo/a parece no estar haciendo nada, papá y mamá acudirán al rescate para suplir posibles supuestos sentimientos de abandono, “mala crianza” o cualquier otro sentimiento incómodo. Como si padres y madres tuvieran la obligación de «entretener» a las criaturas todo el tiempo. Estas sensaciones corresponden a los adultos, ya que inconscientemente tendemos a proyectar nuestra incomodidad y/o ansiedad en los/as pequeños/as. Nos cuesta lidiar con el silencio, el vacío o la falta de actividad. Pero nuestros/as peques no saben qué es lo que está mal o bien. El silencio es necesario. El aburrimiento está bien. Parar es seguro.

Pensemos un momento en cuántas grandes historias creábamos durante nuestra infancia con una manta, dos sillas y los cacharros que papá y mamá tenían por el salón. Eso nacía del aburrimiento infantil. Nos escuchábamos pensar. Respondíamos a nuestras necesidades: jugar, crear, divertirnos, explorar, conocer… sin evitación, sin lucha. Sin miedo.

En todas las etapas del desarrollo, el aburrimiento es aquel profesor que nos guía al autoconocimiento y la exploración. Les permite activar las áreas cerebrales relacionadas con la creatividad. Facilita la creación de nuevas conexiones neuronales. Y no solamente para jugar, sino también para la resolución de conflictos, desarrollo de habilidades sociales, exploración y aceptación emocional, y un gran etcétera de beneficios que iremos descubriendo.

Cuando su mente no está saturada de estímulos externos, la criatura se ve en la necesidad de mirar hacia dentro. En ese espacio de «no hacer» es donde va a descubrir sus intereses, pensamientos y emociones. Ésta es la base del autoconocimiento.

Además, el aburrimiento les enseña a manejar la frustración y a ser más resilientes. Al no encontrar una gratificación inmediata (no juguete, no propuesta de mamá o papá, no pantalla…) aprenderá a esperar, a inventar, a buscar soluciones por sí misma.

¿Qué podemos hacer entonces? ¿cómo les acompañamos en su aburrimiento?¿qué hacer cuando mi hijo se aburre?

Podemos acompañarlo de diferentes maneras, aquí te vamos a proponer algunas que quizá pueden servirte:

  1. Validar y normalizar lo que sienten. Es un estado natural, no un fracaso de los padres.
  2. Puedes invitarles a nombrar qué sienten, dónde lo sienten, cómo es sentir ese aburrimiento.
  3. Confía en que tu cachorro va a saber encontrar la forma de resolver ese aburrimiento. Intenta no ofrecerle soluciones. Evita el impulso de darle un juguete, encender la televisión o sugerirle una actividad.
  4. Reconoce en tí ese aburrimiento como un lugar seguro o no. Observa qué sucede en tí, sin que escapar de él sea una obligación sino una opción. Aprende a sostener la incomodidad que puede generarte ver a tu criatura aburrida, su «no hacer»
  5. Puedes hacer preguntas abiertas «¿qué te apetecería hacer?», «¿qué crees que podría pasar si te quedaras así un ratito?» «¿qué necesitas?»
  6. Puedes proponer un espacio (no una tarea) donde haya materiales no estructurados como cajas, sábanas, telas, cuerdas….
  7. Generemos un lugar donde sean capaces de escuchar sus necesidades y, de ser necesario, otorgar materiales (no digitales) para explorar su creatividad, sin dirigir, sin proponer. Crear silencio y comodidad en él. Observar sin intervenir, sin dar soluciones.

No escapemos del aburrimiento. Aprendamos a habitarlo.

Rocío Expósito. Psicóloga Humanista especializada en Psicología Infantil y Juvenil

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